Muchos directivos e inversores están ansiosos por adoptar prácticas y modelos de negocios más sostenibles y responsables, pero se encuentran ante una maraña de estándares, índices y mediciones que les dificulta saber por donde empezar. Nace así una necesidad imperiosa de reducir la confusión y de poder medir lo relevante de forma que sea comparable.
La confusión y la falta de estándares internacionales únicos facilita el greenwashing del que pretenden sacar beneficio algunas empresas. Para evitarlo en los últimos años se ha avanzado mucho en la medición de la Governance (G) y la emisión de CO2 por parte de las empresas (Environmental-E), sin particulares avances en cuanto a la medición de la parte Social (S) y a las posibilidades de comparar cómo lo están haciendo las distintas empresas en base a lo relevante para cada sector de actividad.
Distintas organizaciones han tratado de generar estándares para la medición de los criterios ESG, siendo GRI (Global Reporting Initiative) y SASB (Sustainability Accounting Standards Board) los más conocidos y adoptados en Europa y EE.UU. respectivamente.
Los últimos meses nos han traído noticias esperanzadoras, GRI y SASB han anunciado que están trabajando conjuntamente, el WEF (World Economic Forum) ha lanzado una serie de recomendaciones para la convergencia de las métricas y estándares y la UE ha revisado su directiva de información no financiera.
Si bien todavía no hemos llegado a la unidad, una puesta en común de los distintos estándares permitirá reducir la duplicidad y la falta de comparabilidad de los estándares y será fundamental para poder desarrollar la contabilidad de impacto, que será la vía para poder reconocer formalmente el valor de cada una de las decisiones motivadas por preocupaciones climáticas y de biodiversidad.
La contabilidad de impacto tiene en cuenta cuestiones de empleo como la igualdad salarial, los beneficios, el avance profesional y la salud y seguridad ocupacional. Alienta a las empresas a promover prácticas sostenibles en todas sus cadenas de suministro, que pueden hacerlas más resistentes a choques y eventos repentinos. Y, por último, pero no menos importante, las métricas de impacto fáciles de entender son la clave para construir confianza con los clientes, las comunidades locales y todas las demás partes interesadas.